El conjunto románico de la Vall de Boí está formado por las iglesias de Sant Climent y Santa Maria de Taüll, Sant Joan de Boí, Santa Eulàlia de Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera, la Natividad de Durro, Santa Maria de Cardet, la Asunción de Cóll y la ermita de San Quirc de Durro.
Una de sus características principales es la unidad de estilo arquitectónico. Son construcciones llevadas a cabo durante los XI y XII siguiendo los modelos provenientes del norte de Italia, el románico lombardo, que se caracteriza por la funcionalidad de sus construcciones, el esmerado trabajo de la piedra, los esbeltos campanarios de torre, y la decoración exterior de arcuaciones ciegas y bandas lombardas.
Las iglesias románicas del Valle de Boí constituyen el reflejo artístico de una sociedad estructurada en torno a las jerarquías eclesiásticas y señoriales personificadas en este caso en los señores de Erill y el obispado de Roda de Isábena, promotores de los templos del Valle. En esta sociedad medieval, la iglesia cumplía no sólo una función religiosa sino que también desempeñaba un importante papel social, como lugar de reunión y refugio del pueblo. En el caso del Valle de Boí, esta función social de los templos se pone de manifiesto en la utilización de sus esbeltos campanarios de torre como elementos de comunicación y vigilancia.
Cabe destacar los conjuntos de pintura mural que albergaban las iglesias de Sant Climent y Santa Maria de Taüll y Sant Joan de Boí, actualmente conservados en el Museu Nacional d’Art de Catalunya así como todas las tallas producidas por el Taller de Erill, a destacar el Descendimiento de Santa Eulalia de Erill.
El Románico del Valle de Boí es excepcional por la concentración en un espacio reducido de un número tan elevado de iglesias de un mismo estilo arquitectónico, conservado a lo largo del tiempo con pocas modificaciones que hayan alterado significativamente su concepción inicial